— No pares—dijo mientras sus manos se hacían con el control de mi cabeza. Y de repente había dejado de chuparle el rabo para q...
— No pares—dijo mientras sus manos se hacían con el control de mi cabeza.
Y de repente había dejado de chuparle el rabo para que su pollón, grande y gordo, me follara la boca al son de sus gemidos.
— ¡Joder, sí! ¡Sigue, James, sigue!
Aproveché para recorrer sus pelotas con mis manos, también sus muslos.
Pero quería más, necesitaba mucho más, si esta era la última vez que tendría a David para mí no podía conformarme con su polla, ni con su leche, ni tampoco con sus gemidos, por mucho que todo ello resultara más que gratificante.
Cuando recuperé el control de la mamada, cuando su polla ya no me follaba la boca, me saqué su rabo, lo contemplé a solo unos centímetros de distancia, y lo lamí con delicadeza, como si memorizase el tacto, el olor, y su sabor de macho.
Presté especial atención en el lunar de su prepucio. Me había fijado en él mientras meábamos en los baños donde David y su rabo parecían inaccesibles, y tenerlo ahora al alcance de mi lengua me volvía loco, loco y cachondo.
Empecé a menearle el pollón con tal suavidad que conseguía que sus impulsos lo llevaran a forzar que mi mano actuara con mayor rapidez, pero no, “No, David, vas a sufrir para que nunca me olvides”. Mi lengua comenzó a recorrer su pollón como una suave brisa, sin que mis ganas de devorarlo tomaran el control de la situación.
Sabía que David me deseaba tanto como lo deseaba yo. Sabía que nuestra leche podría llegar y llegaría sin que pasara mucho tiempo. Estábamos excitados, y nuestra presencia nos excitaba aunque David intentara hacernos creer lo contrario.
Aquí y ahora lo veía claro. Su forma de agarrarme la cabeza, su forma de gemir, la forma en la que su rabo palpitaba a cada segundo que permanecía en mi boca. Sí, daba igual lo que quisiera hacerme creer con sus palabras y gestos. Aquí y ahora sus sentimientos estaban desnudos, tan desnudos como sus peludas pelotas.
Mi mano continuaba meneando su rabo con lentitud, y mi lengua acercándose cada vez más a sus pelotas. No tenía la suficiente libertad para moverme y hacerle todo lo que mi cuerpo me pedía que le hiciera, tener el freno de mano junto a la palanca de cambios clavándose en mi pecho a medida que mi lengua avanzaba cortaba bastante el rollo. Aún así no estaba dispuesto a interrumpir este momento.
Y llegué, llegué a sus pelotas peludas sin importarme la incomodidad de la postura. Mi lengua las lamía mientras su rabo, por momentos, rozaba mi cara. Y seguí bajando, dispuesto a encontrar el límite, dispuesto a llegar hasta donde la postura no diera más de sí.
Y de repente mi lengua estaba lamiendo su agujero, mezclándose entre los vellos oscuros de su culo de macho, rozando las paredes de unas nalgas que ocultaban un tesoro para mi lengua y mi rabo. Y sus gemidos, sus gemidos explotaban inundando el coche.
Lo tenía a mil, y él a mí, por supuesto.
Dejé de lamerle el culo para volver a subir por su polla, lentamente, hasta llegar a sus abdominales. Lo quería todo de él, y ahora estaba seguro de que me lo daría. Mi objetivo era recorrer todo su cuerpo, pero David, David tenía otros planes.
Sujetándome la cara con sus dos manos, observándome con ojitos iluminados y boca excitada, se dirigió hacia mi boca y me besó lentamente, como si el tiempo se hubiese detenido para no interrumpirnos. Sin prisa, me besó sin prisa, sin que su lengua y mi lengua se reencontraran todavía.
— ¡Joder, tío! ¡Me encantas!—sentenció antes de volver a besarme, esta vez, con lengua y pasión, mucha pasión.
— Vamos para atrás—y aceptó mi propuesta.
Estaba cachondo, muy cachondo, tanto que la punta de mi rabo ardía y el precum brotaba como un grifo abierto. Sabía que la presión ejercida por su prieto agujero sobre mi pollón me conduciría a petarle el culo de leche en un abrir y cerrar de ojos.
Y aunque temía que este momento acabara, aunque creyera que después del orgasmo nuestras vidas se separarían, no podía no despedirme haciéndole sentir mi cuerpo dentro de su cuerpo.
Conduje mi rabo hacia su culo y lo coloqué en su agujerito. Luego empujé lentamente, muy lentamente, mientras David gemía y mi rabo lo atravesaba con pausa, y me detuve.
Entonces me quité la camisa y me tumbé sobre él, cuerpo con cuerpo, volvimos a besarnos.
Y lo embestí una vez, y David gritó.
Me detuve, nos besamos ahora con más pasión, tanta que mordisqueé sus labios y su lengua.
Y lo embestí otra vez, y David gritó en mi boca. Nuestros vahos calientes se unieron igual que lo hacía nuestra saliva, nuestra lengua, nuestros labios, y nuestros cuerpos a través de mi rabo y su culo.
Y mi leche quería llegar, y llegó, llegó después de que perdiera el control y las embestidas fueran seguidas, una tras otra, una tras otra, sin parar, sin poder dejar de gemir y gritar. Y mi leche llegó después de que David enloqueciera, y mediante jadeos profundos se corriera sobre su pecho, lecheando a su vez el mío.
Y por primera vez había llegado al orgasmo a la misma vez que la otra persona.
Juntos, sincronizados y cachondos, nos quedamos exhaustos, unidos por mi rabo y su culo, y con mi cuerpo sobre su cuerpo y nuestras bocas aún pegadas aunque lo suficientemente cansados para continuar con los besos.
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- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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