Morbazo con el Macarra Tatuado

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David me esperaba en el coche escuchando rap y fumándose un porro, pero no era el mismo David con el que había estado horas antes junto a ...

David me esperaba en el coche escuchando rap y fumándose un porro, pero no era el mismo David con el que había estado horas antes junto a Lara y Catalina. No, era otro.
Tímido, con los ojos puestos en mí mientras me dirigía, nervioso, muy nervioso, hacia su coche, David se mostraba con una seductora sonrisa que marcaban unos atractivos hoyuelos cerca de la comisura de la boca.

— ¿Qué fue?—agregó a modo de saludo.

Entonces puso el coche en marcha y arrancamos.

No, definitivamente no era el mismo David de esta tarde. Tampoco el que había conocido siempre. Este nuevo David, muy parecido al que estaba conociendo en nuestros momentos íntimos, se apreciaba más vulnerable, más sensible. Quizá, quizá más aliviado, no sé. 

Este David, sin duda, parecía más cercano. Su mano no tardó en buscar mi pierna, y suavemente me apretó por encima de la rodilla, como si su intención fuera, en un primer momento, molestarme con cosquillas, o incluso saludarme, pero que terminó siendo una suave caricia que serviría para dejar su mano sobre mi muslo mientras conducía.

Y hasta que no necesitó recuperarla para cambiar de marcha, su mano continuó sobre mi muslo. 

— ¡Estás negro, cabrón! ¿Todo guay en el sur?
— Sí, de puta madre—dije en cuanto el recuerdo de Khaled llegó a mi mente.

Aquella noche, en la playa, había sido mi mejor momento junto a Khaled. Sus besos, sus caricias, el sexo, todo había sido perfecto. Desde entonces soñaba con volver a estar con él, seguir conociendo sus secretos, todos ellos, hasta ese que decía peligrar mi vida.

Y supuestamente quedamos para vernos pronto. Tal vez mañana, como mucho pasado mañana. Teníamos que hablar, bueno, él tenía que hablar conmigo. Esas tres palabras que suelen venir acompañadas de una mala noticia conseguían que temiera encontrarme con él.

¿Tendría relación su: tenemos que hablar, con eso que me ponía en peligro?

¿Querrá decirme que lo nuestro terminó cuando aún estaba empezando?

Pero, espera, un momento, ¿acaso Khaled y yo teníamos algo a lo que llamar nuestro?

Fuera como fuese, necesitaba verlo con la misma intensidad con la que temía verlo.

— ¿Te follaste a alguna o qué?
— ¡Claro! A una guiri—me sentí mal.

Debía fingir ser alguien que no era, pero cómo contarle el sinfín de encuentros sexuales que tuve: en mi hotel, en el jacuzzi, en las Dunas de Maspalomas, en la playa. Sí, me había puesto las botas y descargado las pelotas a mínimos históricos.

— ¡Qué cabrón!

Su mano había vuelto al volante, como si ahora que hablábamos como dos heterosexuales, tenerla sobre mi muslo no fuera normal. 

— ¿Y tú qué?

En realidad pregunté por pura inercia. En cuanto las palabras salieron de mi boca entendí que prefería no conocer la respuesta, pero ya estaba hecho, solo podía esperar. 
Sin embargo aprendí que hay cosas que es mejor no saber.

— Todavía no es muy oficial, pero estoy con Catalina.
— ¿Qué?
— Sí, lo sé, es raro, pero llevamos un par de días.
— ¿Pero en plan serio?
— Sí, sí. Nos hemos prometido fidelidad y too.
  —¡Joder!

No sabía qué decir, ni qué pensar.

—Los tríos con ella se acabaron, eh—y rió, y reí, aunque no me hiciera gracia esta relación—. No sé, tío, supongo que el roce hace el cariño, y de tanto follar, al final…
— Sí…
— ¿Y tú con Lara qué?
— ¿Lara y yo? ¡Qué va! Solo somos amigos.
— ¿Pero ya no te la follas?
— ¡No, qué va!
— Joder, loco, Lara está buena, ¿no te gusta?
— Sí, pero… 
— Te tienes que echar piba, así podemos salir los cuatro.

Volví a reír, esta vez, con gracia.

No me imaginaba teniendo ese tipo de relación, menos con una tía.

Llegamos al mismo mirador donde habíamos hecho de todo la última vez que nos vimos, y como si mi rabo tuviera vida propia, en cuanto sentí el vaivén del camino de tierra ya se estaba poniendo morcillona con el recuerdo. 

Estábamos en silencio, con vistas a las luces lejanas de la ciudad, fumándonos un porro, cuando empezó a hablarme de su “novia”.

— Lo más que me gusta de Catalina es que es muy guarra. ¡Joder, no tiene límites! Siempre quiere guerra, y a esta le encanta taladrar—concluyó sobándose el paquete.

Su rabo en reposo se apreciaba siempre en el chándal, y ahora, ahora se notaba que estaba creciendo, grande y duro.

— ¡Joder! ¡Qué cabrón! Catalina está muy buena, y tiene unas tetas de la hostia.
— Ufff sí, tío, me vuelve loco cuando me hace pajotes con las tetas.

Me pasó el porro sin dejar de sobarse el rabo.

Cardiaco, me estaba poniendo cardiaco.

— Y fumarse un porro y que te la chupen—añadí, buscando provocarlo.
— ¡Eso me encanta!

¡Y nuestros rabos ya estaban duros y alzados!

— ¡Chacho! ¿Nos hacemos una paja?—preguntó, mordisqueándose los labios.
— ¡Venga!

Empecé a imaginarme su rabo dentro de mi boca, dentro de mi culo. Su culo esperando mi lengua, y a mi trozo de carne de 22.5 centímetros taladrando su prieto y peludo agujero, pero no, David tenía otros planes. Sí, quería volverme loco de excitación.

Se la sacó sin bajarse los pantalones, y esperó a que me la sacara para empezar a bombearse el pollón. Entonces, su mano de macho se hizo con su rabo, y sin mirar para el mío, comenzó a meneársela suavemente mientras yo me meneaba la mía.

Pero…pero… ¿Cada uno se ocuparía de la suya?

Todo apuntaba a que así sería, y así fue.

Cachondo como no recordaba haberlo estado en la vida, tenía que ver cómo David disfrutaba de su polla sin que yo pudiera participar, como si realmente fuéramos dos colegas heterosexuales compartiendo espacio y momento para un pajote, pero sin nada más, sin mariconadas, como diría el Gran Torrente.

Mi mano se deslizaba suavemente por mi rabo, con calma, queriendo provocarlo, pero tenía que ir más allá. Entonces me bajé los pantalones, y acariciándome las pelotas, empecé a menearme el pollón con la mano izquierda justo después de escupirme la punta del capullo.

Sí, David ya se había fijado en mí, y ahora observaba cómo me pajeaba.

Y decidió que era hora de bajarse el chándal e imitar mi pajote, e igual que yo, acarició sus pelotas y escupió la punta de su rabo.

¡Joder! ¡Me tenía a mil! 

Hambriento y desconsolado, necesitaba hacerme con su rabo, pero tenía miedo de su reacción. Por la tarde casi le da una paliza a un tío por mirarle el rabo, y ahora me sale con esta distancia a pesar de mostrarse más cercano que nunca.

No sé, me tenía realmente confundido, e inquieto.

Y cuando parecía estar llegando al clímax, David cerró los ojos y aumentó la velocidad de su pajote. Sí, quería lechearse la mano, desperdiciar todo el jugo de sus pelotas. Y no, por ahí sí que no.

Decidido, y más excitado que nunca, me lancé a por su rabo. Y de repente su rabazo grande y gordo estaba en mi boca. Y de repente sus manos sujetaban mi cabeza para que no me detuviera. Y de repente sus gritos inundaron el coche. Y de repente su leche empezó a descender por mi garganta mientras mi lengua recogía cada gota perdida por mi boca.

Y no podía parar de chupar y tragar, y no paré, no, ésta podría ser la última vez que me comiera su deliciosa polla. Tenía que disfrutarla al máximo, y la disfruté tanto, que tan pronto como perdió la erección la volvió a recuperar.

“Esto no termina aquí, David”, pensé con su polla en mi boca.

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Morbazo con el Macarra Tatuado
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