— ¿Dónde estamos? — ¿Confías en mí? Sonreí. — Sí. — ¿Sí, qué? — Confío en ti, Khaled. Y me d...
— ¿Dónde estamos?
— ¿Confías en mí?
Sonreí.
— Sí.
— ¿Sí, qué?
— Confío en ti, Khaled.
Y me dio la mano para ayudarme a bajar del coche.
Desorientado, nervioso e incapaz de intuir lo qué pasaba, Khaled me condujo lentamente sin que pudiera saber por dónde. La noche se presentaba cálida pero con aires frescos, y el silencio parecía estar envolviendo todo a nuestro alrededor, como si paulatinamente nos alejáramos del bullicio de la ciudad.
— ¡No me sueltes!
— Confía en mí, James.
— Sí, lo hago, pero no me sueltes.
— No te suelto.
— ¿Dónde vamos?
— Ahora un escalón, venga.
Decir que mis movimientos eran lentos es quedarme corto con la descripción.
¿Dónde estaba? ¿Dónde íbamos? ¿Cuánto tiempo llevaba con los ojos tapados?
— Khaled.
— Sí, James.
— ¡Estás loco!
Lo escuché sonreír.
— Lo sé.
— ¿Falta mucho?
— No.
— ¿Qué hora es?
— Aquí no existe el tiempo, James—susurró a mi oído.
Y continué andando agarrado a su mano, despacio, muy despacio, sin que la inseguridad desapareciera, sin que el miedo a caerme no dominara cada uno de mis pasos, sin que la incertidumbre no se concentrara en mi estómago, desembocando en un prieto nudo que amenazaba con estrangularme la garganta.
— Khaled.
— Sí, James.
— ¿Falta mucho?
— No.
— ¿Dónde estamos?
— En un sueño, James—susurró a mi oído.
Y llegamos, no sé a dónde, pero llegamos.
— No te muevas, ¿vale?
Y me soltó, haciéndome sentir cómo su presencia se alejaba de mí.
— ¡Pero Khaled!
Desorientado, después de no sé cuánto tiempo con los ojos tapados, quedarme solo de repente, sin un apoyo al que sostenerme, consiguió que perdiera el equilibrio. Entonces estuve a punto de caer cuando Khaled regresó para evitarlo.
— Ya, ya estoy—dijo volviéndome a dar la mano. Luego me besó en los labios—. Solo un paso más, James.
Y lo di, bueno, los di, fueron pocos pero varios pasos los que di antes de quedarme quieto, sin saber dónde, pero con el olor a nuevo y recién pintado rodeándome.
— Ya hemos llegado.
Instintivamente fui directo a quitarme el antifaz de los ojos.
— No, no—susurró.
— ¿Qué?
Se colocó detrás de mí. Sus labios conseguían erizarme mediante suaves y delicados besos en el cuello, sus grandes y fuertes manos se fueron haciendo, poco a poco, con mi cuerpo. Primero me quitó la camisa. Después me desabrochó los pantalones, y mientras me desnudaba lentamente, sus labios iban recorriendo mi espalda, mis nalgas y mis piernas, pero aún seguía con los calzoncillos puestos, y el rabo ya lo tenía tan duro como una roca.
Pero, ¿dónde estábamos?
Su mano me agarró el paquete con fuerza, y sin dejarme la polla en libertad, me dejó las nalgas al descubierto. Entonces su juguetona lengua empezó a recorrerme cada una de las nalgas con una paciencia sobrehumana, como si quisiera probar cada poro de mi piel, cada poro de mi culo lampiño.
Por otro lado su mano continuaba aferrada a mi polla, sin menearla, sin intención de sacarla de la cárcel de algodón que la mantenía cohibida, y presa. No, no quería hacer nada con mis 22.5 centímetros de carne, tan solo agarrarlos fuerte, muy fuerte.
Estaba excitado como nunca, cada vez más y más cachondo sin saber qué ocurría a mi alrededor ni cuál podría ser su siguiente paso, Khaled me mantenía paralizado, privado de un sentido tan preciado como la vista, a merced de su lengua insaciable que ahora se adentraba, húmeda y caliente, entre mis nalgas.
Oh, sí, estaba buscando mi agujero. Y yo deseando que lo encontrara, y lo encontró.
Entonces empezó a comerme el culo como nunca me lo habían comido. Mi cuerpo me pedía moverme, usar la fuerza que ejercía su mano en mi polla para menearme el rabo, para llevar su lengua más y más adentro de mi agujerito, pero Khaled tenía otros planes.
— Eres mío—susurró a mi oído.
Y su polla empalmada rozaba mi culo a través de sus pantalones.
— Fóllame—susurré, excitado.
— Todavía no, James. Todavía no.
Y el precum de mi rabo salió disparado.
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