Cuando llevas tanto tiempo excitado, con el rabo como si pudiera reventar en cualquier momento, el instinto se apodera del cuerpo, y sobre...
La polla te arde, el culo te palpita, el corazón te va a mil, y la cabeza te pide a gritos que satisfagas la necesidad vital que te envuelve, y te somete, como un hambre voraz que duele.
Y yo lo estaba, estaba cachondo, tan cachondo que me habría dado igual restregarme con una almohada si así pudiera descargar mi leche a gusto, pero Khaled seguía maltratándome con sus delicados besos, con su forma rígida de agarrarme el rabo mientras mi culo tenía que soportar la dureza de su polla sin que me la clavara hasta el mismísimo fondo.
Sí, estaba tan cachondo que me habría puesto a cuatro patas, abierto las nalgas hasta que no pudieran abrirse más, y recibir su pollón, largo y moreno, rápido y fuerte, aunque me doliera, aunque provocara que mi cuerpo se estremeciera intentando sacárselo. Sí, todo daba igual. Solo quería que me reventara, solo necesitaba liberarme de la excitación máxima que ahora dominaba cada uno de mis pensamientos.
Pero Khaled continuaba con su juego, jugando con mi cuerpo, con mis ganas y mis instintos. No me dejaba participar, ni siquiera podía pedirle que se metiera mi polla en la boca.
— ¡He dicho silencio!–dijo tras mi última súplica.
Y en silencio debía estar mientras él hacía lo que le daba la gana con mi cuerpo. Sin embargo la necesidad de sentir su cuerpo me llevaba a buscarlo entre la oscuridad con gran desesperación.
— ¡Quieto, James!—ordenó, serio.
Entonces me instó a que levantara los brazos y los uniera sobre mi cabeza, dejándome más indefenso y desprotegido de lo que estaba antes, incluso más de lo que había estado jamás.
Por momentos no hacía nada, solo se mantenía ahí, cerca de mí, haciéndome sentir su cuerpo y su presencia sin que me tocara ni con las manos, ni con la polla, ni con los labios. Solo ahí, con su respiración y su vaho caliente escaneándome con lentitud.
“Tócame”
“Fóllame”
“Por favor, Khaled, hazme lo que quieras pero hazme algo”
Y su lengua se concentró en uno de mis pezones mientras sus manos parecían acariciarme a través del aire como una suave brisa lo suficientemente poderosa para provocar mis gemidos.
Y su lengua continuó andando, poco a poco, hacia el costado derecho, donde se detuvo para recorrer mis muslos con sus grandes y fuertes manos rumbo a mi rabo.
Y lo liberó.
Despacio, muy lentamente, me bajó los calzoncillos hasta deshacerme completamente de ellos. Entonces condujo uno de sus dedos a mi capullo, y limpió el precum que salía disparado.
¿Se habría llevado el dedo a la boca?
¿Mi precum estaría ahora descendiendo por su garganta junto a su saliva?
Y su lengua subió por el costado derecho directo a la axila y, ¡joder! me lamió, me lamió con furor, con intensidad, provocando que me estremeciera como un loco, enseñándome una zona que jamás habría imaginado que fuera tan erógena.
Jadeé ardiendo en deseo y sintiendo tanto placer, sino más, que cuando su lengua recorre otras partes de mi cuerpo.
Sí, acababa de descubrir que me encantaba sentir cómo su lengua devoraba mi sobaco mientras mis gritos iban a más y el precum brotaba como un grifo abierto.
“Más, Khaled, más”
“No pares, sigue, hazme tuyo”
No aguantaba más. Juro que no aguantaba más. Si en ese momento mi polla llega a entrar en su boca se la habría petado con tanta lefa que tendría que estar tragando y tragando durante horas.
Pero Khaled tenía otros planes.
Me condujo hasta una cama donde me puso a cuatro patas como un perro.
“Métemela”
“Por Dios, ¡métemela, Khaled!”
Y su lengua acarició mis nalgas con delicadeza, tanta que sentía más su vaho caliente que su lengua.
Y sus grandes y fuertes manos me abrieron las nalgas, y su respiración, y su vaho, se hicieron con el control de mi agujero. Y su lengua, su lengua rozó con suavidad todo mi agujerito.
Entonces sus manos forzaron que mis nalgas se abrieran más, y más, lo suficiente para que mi agujero también se abriera. Entonces su lengua se introdujo lentamente, y sus manos soltaron mis nalgas para que su húmeda y juguetona lengua quedara atrapada.
— ¡DIOS MÍO!—grité.
Estaba a punto de correrme. Por increíble que me pareciera estaba a punto de correrme.
¡No puede ser! ¡Me iba a correr por culpa de sus caricias y lengüetazos insinuantes! ¡Me iba a correr gracias a que no me tocara!
— ¡Más! ¡Más! ¡Más!—gemí, excitado y perdido, perdido de todo control de mí, mis deseos, y mis instintos—. ¡Por favor, Khaled! ¡Más!
Y su lengua se esforzó en adentrarse mientras su mano me agarró la polla. Sin embargo no me la meneaba.
— ¡Hazlo, Khaled, hazlo!
Y sentí la presión de su fuerza hacerse con mi polla, pero no me la meneaba, haciéndome sufrir, haciéndome que me volviera loco, loco y cachondo.
Y su lengua rodeó mi agujero, y su vaho caliente se concentró entre mis nalgas. Entonces mi pollón empezó a soltar precum, o lefa, no lo sé, solo podía gemir y gritar, gemir y gritar, cuando Khaled por fin se apiadó de mí, y gracias a pocos pero intensos meneos pude sentir toda mi leche salir disparada como si nunca fuese a parar.
Y no paró, al menos no la erección.
Mis 22.5 cm de carne dura seguía dura, muy dura.
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- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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