Mi vecino me revienta el culo

COMPARTIR:

Había salido de fiesta con los colegas del instituto para celebrar el fin del verano y darle la bienvenida a una nueva etapa: la universid...

Había salido de fiesta con los colegas del instituto para celebrar el fin del verano y darle la bienvenida a una nueva etapa: la universidad. Mis ánimos no eran precisamente los adecuados para una noche de risas y diversión. Llevaba toda la semana rayado con el bulto que me había encontrado en el testículo derecho y del cual quise olvidarme por completo como si hubiese sido un mal sueño. Un puto mal sueño.

Sin embargo, y aunque mi mente me hubiese ayudado a relegar a un plano inexistente aquello que podría quitarme la vida a mis recién estrenados dieciocho años, mi cuerpo sabía que existía ese bulto, y por ende, también existía esa temida enfermedad de la que todos hablaban con miedo.

Primero fue mi abuelo paterno.

Después uno de mis tíos.

¿Sería yo el siguiente?

Cada noche despertaba sudando, con la boca seca, y el pulso tan acelerado que podía bombear sangre para tres o cuatro personas, sino más. Tenía miedo, mucho miedo, y aunque mi subconsciente me enseñara, mediante sueños escalofriantes, aquello que más temía, siempre, al llegar el día, todo lo que hubiese pasado durante la noche quedaba tan oculto como el momento en que mis manos detectaron ese bulto.

Mi mente me ayudaba sí, pero no mi cuerpo, que había decidido unilateralmente dejar de bombear sangre a mis 22.5 centímetros de carne, privándome del placer de sentir mi rabo duro, duro y fuerte, duro, fuerte y siempre dispuesto. Y que desde aquel perturbador momento ya no lo estaba. Ya no me empalaba ni viendo porno, ni rememorando los encuentros sexuales más morbosos.

Nada me servía. Nada me la ponía dura.

Simplemente había dejado de ser yo mismo.  

Queriendo calmar el miedo paralizador que dominaba mi cuerpo y mi mente desde hacía días, intenté buscar refugio en la sabiduría de Internet: foros, páginas médicas, cualquier enlace al que accedía no solo no me ayudaba a buscar consuelo, sino que empeoraba mis expectativas.

“El cáncer de testículo es el más frecuente entre los hombres”

“Nódulos y tumores testiculares”

“Los síntomas del cáncer de testículo”

“Antecedentes familiares”

Tras más de media hora navegando por la red, el diagnóstico parecía bastante claro: tenía cáncer de testículo.

Hundido, e incapaz de procesar tan mala noticia, decidí que debía aparcar a un lado la pesadez que ahora me dominaba el ánimo. Tenía que salir, distraerme, recuperar mis erecciones, y volver a disfrutar de un orgasmo. Lo necesitaba. Necesitaba sentirme yo mismo antes de enfrentarme a la dura realidad que se me avecinaba, sino, sino no tendría la fuerza suficiente para ganar la batalla. Primero debía volver a ser yo.

Tras un par de cubatas noté cómo el ánimo me cambiaba. Ya reía, y apenas recordaba las películas macabras que se montaban en mi cabeza a todas horas. Incluso el pollón parecía animado a recuperar su fuerza, y su rigidez.

Seguí bebiendo, y bebiendo, y acabé tan borracho que me vi vomitando en el baño una y otra vez, una y otra vez. Luego lloré, lloré a moco tendido como un niño abandonado y solitario. Lloré por lo mal que me sentía tras haber bebido tanto y tan rápido. Y lloré asustado, con miedo a morir en manos de un cáncer de testículo.

Tras conseguir desahogarme en soledad, sin que nadie se percatara de mis lágrimas, me lavé la cara, la boca, y volví a la pista de baile con una fingida sonrisa. Para todos, simplemente, me había pasado bebiendo aunque no lo suficiente como para necesitar ayuda, o que la fiesta tuviera que terminar para mí.

Me pedí otro cubata y me uní a la fiesta.

Borracho, en medio de la pista y de mis colegas, el cáncer, Khaled, y David, protagonizaban mis pensamientos como una obsesión que no te deja pensar en otra cosa. El primero estaba ahí, conmigo, pegado a una de mis pelotas, amenazando con quedarse hasta consumirme en vida. El segundo me había escrito días antes para decirme que cambiaba de número, que durante las próximas semanas estaría en Marruecos, y que ya se pondría en contacto cuando pudiera. Y el tercero, bueno, el tercero no solo no había venido a la fiesta con su novia y futura madre de su hijo, sino que parecía haber desaparecido de la faz de la tierra como un haz de luz que entra y se va.

Me sentía solo aún estando rodeado de gente.

La fiesta terminó y volví a casa. Si bien me había encontrado con algunas buenas presas en la discoteca, incluso a la salida de la misma, ni mi mente, ni mi cuerpo, ni mi rabo estaban de humor.

Sin embargo estaba demasiado borracho para volver a casa.

Y sentado en las escaleras de mi bloque, fumándome un porro, y compadeciéndome cuán depresivo pesimista, mi vecino del tercero llegaba en un taxi casi tan borracho como yo.

Treintañero recién divorciado, sin hijos, y abogado de profesión, tenía locas a las féminas del edificio, y a mí, que también me había fijado en él en más de una ocasión. Sobre todo cuando llegaba de trabajar vestido de chaqueta y corbata, o cuando nos encontrábamos haciendo ejercicio, siempre con ropa ajustada de deporte marcando culo y paquete.

Desde que rompiera con su mujer, su fama de mujeriego había crecido como la espuma. Raro era verlo llegar a casa solo, o verlo repetir compañía, pero hoy, y ahora, llegaba solo, y tambaleándose.

Había decidido irme. Me daba vergüenza que me viera sentado en las escaleras a las cinco de la mañana borracho y solo, sin embargo la cerradura del portal se había puesto a bailar reggaetón mientras intentaba meter la llave, y sin quererlo, nos encontramos.

   — Inténtalo tú, que a mí no me deja.
   — ¿Y a mí me va a dejar?

Reímos.

Pero la puerta se abrió para que otro vecino saliera a trabajar. 

Y como dos colegas borrachos, el camino hacia el ascensor fue entre risas ahogadas que buscaban no llamar la atención. Una vez dentro, el porro que me estaba fumando se me cayó al suelo.

   — Tú sí que sabes—dijo.
   — ¿Quieres?
   — Venga, pero solo unas caladas.
   — Vamos a la calle.
   — ¿A la calle? ¿Y si la puerta no nos deja entrar después?—reímos—. Vamos a mi casa.
   — Venga.

Y una vez dentro de su casa, mi vecino abrió un par de latas de cerveza, y se desvistió para estar cómodo. Entonces, con el torso desnudo y los pantalones de pinza marcando culazo, mi rabo se emocionó.

Cuatros cervezas y dos porros después, estábamos en el salón de su casa mientras, haciendo zapping en la tele, dábamos con una película porno que empezamos a visionar entre risas y comentarios absurdos.

   — ¡Mira, mira! ¡Se deja dar por culo! Eso solo pasa en las pelis. En la vida real ni te la chupan—dijo.
   — Yo tengo una amiga que sí se deja.
   — ¿Sí? ¡Joder, como viene la juventud! 

Reímos.

   — Yo podría haber venido acompañado, pero la tía con la que estaba ligando me dijo que si quería podíamos quedar mañana. ¿Mañana? ¡Venga ya!

Y su mano iba y venía, cada vez con más intensidad, hacia su rabo. Cachondo, mi vecino me estaba poniendo cachondo, y por primera vez en una semana, por fin sentía cómo la fiera despertaba, fuerte y dura, y con ganas, muchas ganas de descargar.

   — A muchas les gusta calentar para después nada.
   — Sí, sí, eso es, tío. 
   — Es una putada, con lo que apetece follar después de una marcha.
   — ¡Joder, sí!—dijo llevando la mano hasta su polla.

Entonces se apoyó en el espaldar del sillón, dejándome vistas directas a una caseta de campaña entre los pantalones. Con ojos medio cerrados y consciencia perjudicada por el alcohol y los porros, mi vecino estaba más que vulnerable para caer en mis redes.

Quizá fue el alcohol y los porros.

Quizá que llevara una semana sin correrme.

Pero fuera lo que fuese, estaba tan cachondo y desinhibido que no me importó correr el riesgo de llevarme un desplante, o una hostia. El cazador que llevo dentro había tomado el control de mi voluntad, y solo pensar en satisfacer las ganas de sexo que dominaban mi cuerpo y mi mente, me hizo llevar la mano hasta su paquete.

Una cerveza atrás, mi vecino había vuelto del baño, y aunque el botón del pantalón estaba abrochado, se había olvidado cerrar la bragueta. Sí, me estaba provocando aunque no lo supiera, y sí, mi mano podía tocar su polla con un único movimiento.

Pero no me conformé con llevar la mano, sino que también llevé la cabeza. Estaba dispuesto a sacarle la polla y metérmela en la boca mientras él solo tendría tiempo para preguntar qué hacía.

   — ¡Qu… qué cojones haces!

Y su rabo ya estaba en mi boca.

De unos quince centímetros, y de grosor normal tirando a morcillona, su rabo depilado, circuncidado, y con un ligero pero desagradable sabor a pis, entraba en mi boca con rapidez mientras mi vecino tenía el amago de quitarse. Sin embargo no lo hizo, sino que cayó vencido sobre el sillón dejándose hacer. También se le escapó un gemido. Luego abrió las piernas para que sus pelotas pudieran moverse con libertad en tanto mi mano se la meneaba y mi boca se la comía.

¡Era mío!

Buscando la comodidad me puse a cuatro patas sobre el sillón. Desde esta nueva postura podría meterme su rabo en profundidad. Estaba tan cachondo que necesitaba sentir cómo me atragantaba con su pollón, cómo me rozaba la campanilla con el cabezón de su rabo. Y no solo había conseguido mi propósito, sino que de repente, y sin vérmelo venir, la mano de mi vecino estaba buscando mi culo como un acto reflejo. Acto reflejo que debí aprovechar y aproveché desabrochándome el pantalón y bajándomelo para que su mano tocara mis nalgas sin intermediarios.

Se excitó, se excitó muchísimo aunque sus ojos permanecieran cerrados durante la mamada. 

Y su mano, su mano acariciaba mis nalgas. 

Y su mano, su mano buscaba entre mis nalgas.

Entonces recibí una nalgada. Primero una suave y delicada nalgada. Luego llegaron otras con fuerza que invadían el salón con su particular y morboso sonido.

Y mi vecino ya había perdido el control. Ahora, sus instintos más salvajes y primitivos, dominaban sus actos. Y sin decir nada con palabras, me agarró de la cabeza para sacarse el rabo babeado de mi boca e indicarme que me diera la vuelta. Ahora mi culo estaba frente a él, y su polla se dirigía a follarme con fuerza.

Incrédulo, mi mente me sacó del polvo para devolverme al sillón del salón de mi vecino del tercero. Sí, estaba a cuatro patas. Sí, se la había chupado, y sí, ya notaba como introducía su polla en mi culito.

Gemí, gemí de dolor.

Su polla forzaba la entrada a través de mi agujerito como si fuera un coño húmedo que se dilata con suavidad. Dolía, dolía mucho, y aunque tuve amagos de contraerme o hasta quitarme, sus manos se agarraban a mi cintura y su polla entraba y salía de mi culo con fuerza, con mucha fuerza. Pronto sus pelotas rebotaban contra mis pelotas, y su polla, completamente dentro de mi culo, me follaba cada vez con más y más fuerza.

Pero sus gemidos y su fuerza no tardaron en excitarme. Relajado y cachondo, pude empezar a disfrutar de la penetración mientras el precum de mi rabo salía disparado. Y cuando más me estaba gustando, y cuando más deseaba que no terminara, sus gritos, cada vez más acelerados, me indicaron que mi vecino ya estaba preparado para petarme el culo con su leche.

Tenía que ser rápido si no quería quedarme tirado, y meneándome el pollón con rapidez conseguí correrme y petarle el sillón con mi leche justo después de que él me petara el culo con la suya.
  • [message]
    • ##check## ¡ADVERTENCIA!
      • Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!

COMENTARIOS

BLOGGER: 5
Loading...

Nombre

|RELATOS|,79,69,1,acampada,1,anonimo,1,arabe,17,ascensor,2,baños públicos,14,bareback,8,BDSM,2,Blogger,1,cacaneo,1,cibercita,1,colegas,2,coño,1,corrida,2,corrida precoz,2,corridas,5,cruising,21,culo prieto,7,David,14,desvirgando,1,discoteca gay,2,doble penetracion,4,dunas de maspalomas,2,Facebook,1,fiesta,1,follando borrachos,1,gimnasio,1,guiri,1,hetero,3,hetero con novia,2,italiano,3,jacuzzi,1,jóvenes,2,Khaled,3,lapos,1,leche,3,lefas,10,macarra,2,maestro,1,mamada,6,mamadas,6,morbazo,4,morbo,5,orgía,2,pajote,1,pajote en público,1,pajotes,2,Pillado,2,playa,1,playa nudista,3,pollón venoso,1,preñadas,15,primera vez,2,rabo venoso,7,runner,1,Samuel,4,sauna,1,secuestro,1,sexo,5,sexo anal,1,sexo duro,5,sexo entre primos,1,sexo heterosexual,3,trio,6,Twitter,1,vecino,2,virgen,1,
ltr
item
El Diario Sexual de James: Mi vecino me revienta el culo
Mi vecino me revienta el culo
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyPFW9NUFmhd_CopyGcQvcoK3iHW27wGdvva_eDWsPp0F11kVDWzhVmuSRPnM2g36LKHvJGepF4wdCdHDDO1n24NTQbhEPPlkek06c6grD5CFJK_n_ebyqzDi-M70DbPBJf7bdH-KFKN8/s320/vecinoweb1.jpg
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyPFW9NUFmhd_CopyGcQvcoK3iHW27wGdvva_eDWsPp0F11kVDWzhVmuSRPnM2g36LKHvJGepF4wdCdHDDO1n24NTQbhEPPlkek06c6grD5CFJK_n_ebyqzDi-M70DbPBJf7bdH-KFKN8/s72-c/vecinoweb1.jpg
El Diario Sexual de James
http://eldiariosexualdejames.blogspot.com/2017/01/mi-vecino-me-revienta-el-culo.html
http://eldiariosexualdejames.blogspot.com/
http://eldiariosexualdejames.blogspot.com/
http://eldiariosexualdejames.blogspot.com/2017/01/mi-vecino-me-revienta-el-culo.html
true
2034321977831019154
UTF-8
Cargar todas las entradas No se ha encontrado ninguna entrada VER TODO Seguir leyendo Responder Cancelar la respuesta Borrar Por Inicio PÁGINAS PUBLICACIONES Ver todo RECOMENDADO PARA TI ETIQUETA ARCHIVO BUSCAR TODAS LAS PUBLICACIONES No se ha encontrado ninguna entrada con lo que buscabas Volver al inicio Domingo Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado Dom Lun Mar Mié Jue Vie Sáb Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Septiembre Octubre Noviembre Diciembre Ene Feb Mar Abr Mayo Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic Ahora mismo hace 1 minuto $$1$$ minutes ago hace 1 hora $$1$$ hours ago Ayer $$1$$ days ago $$1$$ weeks ago Hace más de 5 semanas Seguidores Seguir ESTE CONTENIDO ES PREMIUM Por favor, compártelo para desbloquearlo Copiar todo el código Seleccionar todo el código Todo el código fue copiado a tu portapapeles Si no puedes copiar el código/texto, presiona [CTRL]+[C] (o CMD+C si usas Mac) para copiar