Me había comido su rabazo grande y gordo y tragado hasta la última gota de su leche. Ahora, con la cabeza apoyada sobre uno de sus musculo...
Comerme su polla mientras David se comía la mía.
Correrme en su boca mientras David se corría en la mía.
Y seguir con su rabo adormilado atravesando mis labios y reposando cómodamente dentro de mi boca mientras David disfrutaba de la misma manera de mi polla, estaba convirtiendo la situación en un momento único, especial e inigualable, que invitaba a cerrar los ojos y dormir como si su polla formara parte de mi boca y mi rabo parte de la suya.
Podía sentir el calor de su boca abrazando mi polla. Sentir su mano agarrando mis nalgas. Y sentir cómo David y yo nos habíamos convertido en un solo cuerpo que reposaba ante la mirada del silencio y la paz de un orgasmo extenuante, e inmejorable.
David volvía a ser mío, al menos lo era hoy, y ahora.
Con vistas directas a su frondoso vello púbico, y a sus pelotas, la excitación no tardó en llegar a mí y a mis 22.5 centímetros de carne. Que David no se depilara me ponía realmente cachondo. No era lo normal en gente de nuestra edad, bueno, casi que no era normal en prácticamente nadie. La moda de quitarse los pelos del cuerpo estaba presente en la sociedad, y que él no lo hiciera, que transgrediera la norma común, se me antojaba como un regalo morboso y atrevido de un auténtico macho Alfa.
Sentí la necesidad imperiosa de meterme su rabo adormilado hasta lo más profundo de mi boca y que mi nariz alcanzara a rozar los pelos de su polla. También a recorrer sus pelotas con las manos, llegar a sus nalgas, y hacerme con el control absoluto de absolutamente todo su cuerpo. Pero que David se mantuviera calmado, reposando el placer del orgasmo, con mi polla dentro de su boca como si no quisiera interrumpir este momento, me frenaba.
Sin embargo, y aunque quería controlar mi erección y no parecer un cachondo insatisfecho, no pude aguantar las ganas que tenía mi pollón de volver a la rigidez creciendo entre sus sabrosos labios.
Y su mano me agarró la polla.
Y mi polla se salió de su boca.
Y su lengua empezó a lamer con delicadeza el cabezón de mi rabo.
Y ya la tenía dura como una piedra mientras sentía el deseo, gordo y grande de David, crecer dentro de mi boca.
Entonces su teléfono sonó.
Nervioso, David se sentó en la cama.
— ¿Qué fue?... ¡Joder tía!... ¿Qué quieres?... No… No… Sí… ¡Estoy con James! ¡Qué sí joder!
Y me pasó el teléfono.
— Dile algo—dijo.
— Hola Catalina—dije, nervioso.
— ¿James? Hola, ¿qué tal?
— Bien, bien, ¿y tú?
— Bien, ya sabes. A ver cuándo te dejas ver. Ya se me nota la barriguita.
— Sí, eso me dijo David—mentí, David nunca me hablaba de ella ni de su futura paternidad.
— Este niño—resopló—, no entiende que me preocupe por él. Parece que le molesta que lo llame. ¿Qué hacéis?
— Nah, estamos fumándonos un peta, ya sabes.
— Siempre igual. Va a tener un hijo y sigue comportándose como un niño.
Sonreí por no saber qué debía decir. Catalina sonaba molesta, y David parecía estar hasta los cojones.
— Bueno, a ver si nos vemos.
— Eso dices siempre pero todavía no me has visto embarazada. Desde luego, parece mentira, James.
Catalina estaba con la pistola cargada y dispuesta a disparar contra cualquiera que le prestara la más mínima atención.
— He estado ocupadillo, pero—me interrumpió.
— James, deja de invitarlo a porros, tío. David va a ser padre, tiene que centrarse.
— Sí, ya.
— Es hora de que madure. No podemos estar así toda la vida.
— Ya, ya. Te paso con él—y le devolví el teléfono a David.
La simpática y alocada Catalina había desaparecido en solo un par de meses de embarazo…
¿Cuánto más le quedaba por cambiar?
— Y así todos los días, tío—dijo David cuando colgó, hastiado.
— ¿No está llevando bien el embarazo?
— ¡Yo qué sé! Está siempre enfadada, no quiere salir nunca y le molesta que yo lo haga—resopló—. Ya ni follamos. Solo discutimos.
— Joder.
Catalina había pasado por mi habitación como una tormenta helada que congela todo a su paso. También nuestras erecciones, y nuestros ánimos.
— Seguro que se le pasa cuando dé a luz—dije, buscando animarlo.
Pero hubo unos minutos de absoluto silencio donde su cara apenas cambió el evidente malestar que mostraba.
— No quiero ser padre, James. Ni estar con ella—añadió, cabizbajo.
— No tienes por qué estar con ella, tío.
— Claro, díselo a nuestros padres.
Tenía a David a mi lado, desnudo y abatido, y no sabía qué podía decirle que lo animara. Hundido, mi amigo estaba hundido.
— Vámonos del país, tío. Huyamos de todo—dije sin pensarlo.
David abrió los ojos como si hubiese visto un pequeño haz de luz en la infinidad de su abismo.
— ¿Te irías conmigo?
— ¡Pues claro!
— Estás muy loco, tío—sonrió.
Entonces, tras unos minutos en silencio, David se acercó a mí y me besó, y aunque empezó con suaves y delicados besos acompañados de intensos y esporádicos mordisquitos en los labios, pronto la fiera que llevaba dentro se desató más salvaje y cachonda que nunca.
Y me tiró sobre la cama y se tiró sobre mí para comerme la boca mientras nuestros cuerpos y nuestros rabos se rozaban al sensual ritmo de sus caderas. Luego se colocó encima, buscó mi polla y la llevó hasta su culo.
Y lentamente comenzó a penetrarse con mis 22.5 centímetros de carne.
David gemía.
Yo jadeaba.
Y mientras mi polla se esforzaba en introducirse a través de su prieto agujero, sus manos me recorrían el cuerpo y su boca buscaba mi boca.
Despacio, muy despacio, iba sintiendo la presión que ejercía su culo en mi polla. Cómo, con delicadeza, iba entrando en David sin que su boca se alejara de mi boca, y sin que su cuerpo, fuerte y musculoso, se abrazase a mi cuerpo.
Y gimiéndome en la boca, y sintiendo nuestros cuerpos uniéndose en uno solo, busqué su rabazo, grande y gordo, y empecé a meneárselo mientras David cabalgaba, cada vez con mayor intensidad, sobre mi polla.
Cachondo, muy cachondo, y perdiendo el control absoluto de la situación, solo podía resignarme a disfrutar del ritmo de David y de su culito abrazando mi pollón.
Y aunque temía correrme antes de tiempo por la enorme excitación que me estaba provocando, David se me adelantó lecheándome la mano y el pecho con su corrida espesa y abundante. Entonces llevé los restos de su lefa a mi boca y lamí su leche mientras David me hacía sufrir con su parada. Sí, mi amigo estaba exhausto, con mi pollón dentro de su culo, sin moverse, sin follarse, dejándome las pelotas repletas de leche y a punto de explotar.
— Dale—susurré, excitado.
Y con un par de meneos más conseguí llenarle el culo de leche. Leche que salió a presión. Leche que parecía estar vaciándome el alma, y el aliento.
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- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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