Con la experta e increíble lengua del atractivo cincuentón metida en mi culo, y mi rabo, succionado por el hambre voraz del joven barrigud...
Sin darme cuenta, tres viejos desnudos luciendo lorzas y micropenes anillados para no perder la erección, se habían reunido a nuestro alrededor para observar.
El extranjero treintañero ahora mamaba el pollón brutalmente grande del negro mientras este miraba cómo me devoraban estos dos. Su lengua rosada lamía sus enormes labios contemplándome.
Mi mano ya había vuelto al pollón del barrigudo, meneándosela rápido, ansioso por metérmela en la boca, pero él estaba tan cachondo con mi lefa descendiendo por su garganta, que de repente, jadeándome en la polla, sentí su leche, espesa y caliente, recorrer mis dedos. Entonces dejó mi rabo libre, se puso el bañador, y con un hasta luego se despidió de nosotros.
Pero no tardaría mucho en buscarle sustituto: dos, para ser exacto.
El atractivo cincuentón seguía manteniéndome en el paraíso con su espectacular comida de culo cuando el negro y el treintañero se unieron a la fiesta. Y mientras el negro empezaba a succionar—¡Joder, él sí que succionaba!—mi rabo, mi mano fue directa al pollón del otro, pero quería más, quería comerme una puta polla ya, e intentando llegar hasta ella, me di cuenta que estar de pie no facilitaba las cosas.
Dejándome guiar por mis instintos acabé a cuatro patas sobre la arena, con el negro tumbado como si hiciéramos un 69, chupándome el rabo, y con su enorme polla lo suficientemente cerca para tenerla entre mis manos.
Sí, mi boca de momento estaba ocupada comiéndose el pollón del treintañero: grande, venoso y con prepucio. Y mi culo seguía dominado por la lengua del cincuentón, al menos hasta que decidió que era hora de perforarme con su rabo.
Aunque su polla en sí no era especialmente gruesa, su cabezón sí que lo era, y tanto que lo era. ¡Joder! Cada intento por adentrarse en mi prieto y delicado agujero era un sufrimiento, pero el experto cincuentón tenía una dilatada experiencia en dilatar agujeritos ¡Y nunca mejor dicho!
Y poco a poco, entre sus babas y sus dedos, se fue trabajando mi culo hasta que estuvo preparado para recibir definitivamente su rabo. Y me la metió, me la metió en cuanto mi excitación fue máxima, pues la lefa del treintañero salió disparada hacia mi cara y mi boca, lecheándome por completo.
Con la cara llena de leche, y su rabo follándome el culo, mi boca estaba disponible para completar el 69 con el negro. Oh sí, pedazo de rabo de chocolate estaba a punto de comerme.
Circuncidado, con el fresón oscuro, y venas negras marcando un rabo largo, muy largo, su pollón entró en mi boca después de que mi lengua lamiera toda su punta. Rápido y con deseo, empecé a tragarme el helado de chocolate ante los ojos de los viejos mirones, más la de otro joven, guapo, rubio y gafas de sol que se unió a la fiesta.
Su polla, depilada, blanquecina, con prepucio, y no especialmente grande, estaba goteando precum como un loco cuando mi mano se apoderó de ella.
Extasiado, estaba extasiado con cada dura embestida del atractivo cincuentón, más con la mamada del negro y su gran pollón de chocolate en mi boca. Ahora, con este nuevo rabo entre las manos, el éxtasis amenazaba con llegarme de nuevo.
Pero las embestidas eran cada vez más y más fuertes, y más, y más, y el experto cincuentón se quedó quieto, recuperando el aliento, dejándome toda su lefa en mi culo. Cuando sacó su rabo, liberándome de la presión que ejercía en mí, el negro explotó toda su leche en mi boca.
Exhausto, mi rabo continuaba siendo succionado por los gruesos labios del negro, y creía que llegaba mi turno de correrme, que lo haría mientras el joven rubio se lechearía en mi mano, pero no, él tenía otros planes, y aprovechando la disponibilidad de mi culo, aprovechó para clavarme su rabo y embestirme usando la leche del cincuentón como lubricante.
Oh, sí, el niñato rubio no tenía mucho aguante, y con apenas dos embestidas se corrió, pero seguía cachondo, muy cachondo, y cuando sacó su rabo de mi culo lo seguía teniendo duro.
— Vente—ordené.
Y poniéndolo a cuatro patas me dirigí a romperle el culito mientras el negro se ocupaba de su polla.
Sí, un culo prieto y pálido me esperaba.
Pasándome la mano por mi culo lecheado usé las múltiples lefas para empapar su agujero. Entonces coloqué el cabezón del rabo entre sus nalgas, y mediante un empujón rápido y fuerte, sus gritos indicaron que ya tenía mi polla dentro.
Seguía llegando gente, por todos lados, como polillas a la luz.
Uno de los nuevos, un musculitos con barba cuidada de días y piel morena, llamó especialmente mi atención. Tenía el bañador puesto: unos slips blancos marcando paquete, posiblemente en erección.
Follándome al niñato rubio con fuerza, mi pollón entraba prácticamente entero. Deseaba tanto sentirlo completamente dentro mientras mis pelotas le rebotaban, que la idea amenazó con expulsarme la leche. Y no, no quería correrme. Todavía no.
Entonces invité al musculitos a unirse a la fiesta.
También se me estaban antojando otros dos: uno flaco, muy flaco, moreno y algunos tatuajes, desnudo y rabo largo y delgado. Otro igualmente delgado, pero con los músculos más definidos, polla de tamaño medio y grosor normal, y nalgas pronunciadas.
El musculitos llegó a mi lado.
Sí, estaba empalmado, aunque su rabo era uno de los más cortos que había visto hasta al momento. Sin embargo tenía unas nalgas voluminosas que apetecía perforar con mis 22,5 centímetros de polla.
Mi mano fue directa a sus nalgas, e indicándole que se agachara, el musculitos también se puso a cuatro patas, al lado del niñato rubio. Incapaz de resistirme, saqué mi rabo de su culo y se lo empecé a clavar al musculitos.
Despacio, habiéndome escupido el cabezón, me fui adentrando con cierta calma. Solo necesitaba meter la punta para obtener el control absoluto de este nuevo culazo. El niñato rubio se estaba comiendo el rabo de chocolate mientras el negro se comía el suyo.
Era un paraíso ¡El puto paraíso!
Y por primera vez, mi rabo se topaba con un culo tragón al que no le importaba devorarse mis putos 22.5 centímetros de carne, y follándomelo fuerte, muy fuerte, conseguí que mis pelotas rebotaran contra sus pelotas mientras mi rabo desaparecía por completo dentro de su culo.
Oh, sí, mi rabo desaparecía.
Los jadeos del musculitos eran constantes y rítmicos, tan rítmicos como mis embestidas. El sudor me caía a borbotones y habría deseado tener la lengua del cincuentón dentro de mi culo en ese momento, pero a cambio… A cambio había conseguido que el flaco, moreno y con tatuajes se uniera a nosotros. Y ahora, su rabo, largo y delgado, estaba en mi mano, al menos durante los minutos en los que se lo meneé antes de llevármelo a la boca.
Pero ya no aguantaba más, estaba demasiado cachondo para retrasar el momento de expulsar mi lefa, y con varias embestidas más, y conducido por los gritos de éxtasis del musculitos, me corrí petando el culo tragón con mi leche.
Y gemí, gemí con el rabo largo y delgado del flaco en mi boca.
Cuando saqué mi polla de su culo, también saqué el rabo del flaco de mi boca, y meneándolo rápido, conseguí que su leche saliera disparada hacia la arena.
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- ##check## ¡ADVERTENCIA!
- Aunque son independientes, los relatos se complementan. ¡No te pierdas ninguno!
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